miércoles, 25 de enero de 2012

La Platja de La Vila

Este barrio de San Antón, o Carolinas, como se llame, es muy peligrosete. En el eje mágico de la Calle Sevilla (Colla de dimonis, Bar de Eric, Ocho y medio, Tábano, Cigarreras...) hay entre diez y quince conciertos por semana y lo mejor es que tampoco hay mucho criterio: chavales que empiezan haciendo pop, versiones de los Rolling, Música étnica, Clásica, cantautores, Jazz (mucho jazz)... Vas a tomar una caña y acabas viendo a una mujer de 80 años, negra de toda negritud, cantando estándares de jazz directamente traídos de Nueva Orleans... y gratis.

Pero la bandera del peligro en el barrio la trae Eric en su bar (Calle Sevilla, 41, no tiene ni nombre ni cartel en la puerta) los sábados. A medio día te invita a comer. Gratis. A quien vaya. Un plato -de plástico- de comida caliente para remugar lo que tragaste el viernes por la noche. ¿quién podría decir que no?


Unas papas a la riojana que quitan el sentío. Y por el morro. Y por si fuera poco, no basta con que te inviten a comer, sino que también te ponen un conciertito para animar al personal. Estamos hablando de un sábado a las 3 de la tarde: comida y concierto.



Pues eso: flamenquito. Mila la liebre y "El piani" echándole un poco más de picante a las papas riojanas. Claro, la espiral del placer termina en el fondo de una jarra de cerveza, y de otra, y de otra. Vas echando la tarde, todo fantástico. Canta, baila, come y bebe, a penas puede pedirse más. Tranquilamente te dan las seis o las siete de la tarde con la broma y entonces... suena el teléfono.


Jaume Llinares, un violinista amiguete, natural de La Vila, me dice que si me acoplo a un concierto en un chiringuito de La Vila, que me lleva, que hay equipo, que coja la guitarra y vamos que verás que bien. Pues la octava cerveza dijo que iba, y fui.

El lugar era fantástico, la primera playa de La Vila, una gran piedra protegiéndonos del airecito, los pies descalzos en la arena, el mar allá al fondo y una tarimita para tocar. El equipo montado, una hamburguesa con patatas bajo el brazo y a probar sonido.


Primero tocaron los anfitriones, "Ensemble Testore", haciendo jazz manouche, de ese agitanao rollo Dyango Reinhardt, muy divertido, la verdad. Y luego me tocó el turno y toqué delante de un público muy agradecido, tranquilo. En un momento de duda, andaba yo pensando qué canción tocar para seguir cuando alguien del público dijo "toca volátil". Casi me cago del susto, ¿uno que me conoce de antes?...

¡Noches como esta le dan a uno ganas de tener ganas!

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